Se hace difícil explicar algo tan complejo como lo que nos ocurrió hace ya 33 años, cuando ninguno de ustedes había nacido y varios de nosotros éramos o muy jóvenes o muy chicos como para recordar algo. Pero lo voy a intentar.
Nuestro país vivió varias décadas, y en especial la década del '70, padeciendo la violencia. Violencia terrorista de grupos de personas que entendían que era el mejor modo de imponer sus ideas al resto de la sociedad y violencia ilegal organizada desde el Estado. Esta violencia no se detuvo siquiera en el breve período democrático que se vivió entre 1973 y 1976.
Esta violencia creó una crisis sin antecedentes en nuestro país. Las Fuerzas Armadas creyeron erróneamente que la sociedad no tenía las herramientas necesarias para enfrentarla y, con la aprobación de muchos, tomó el poder una vez más. De esta manera, se abandonó el camino de la legalidad constitucional.
Preparadas para la guerra clásica, no supieron cómo enfrentar desde la ley plena al terrorismo: Se obtuvo información de individuos detenidos legal o ilegalmente a través de la tortura, se dictaron y ejecutaron sentencias de muerte sin juicio previo. En definitiva, se confundió el camino que lleva a todo fin justo, y que pasa necesariamente por el empleo de medios justos.
Primera y principal lección, entonces: el fin nunca justifica los medios.
Cuando una sociedad llega donde llegó la argentina en los 70´, sembrando la muerte entre compatriotas, es ingenuo intentar encontrar un solo culpable, de uno u otro pensamiento, ya que la culpa en el fondo está en el corazón de la toda la Nación, aunque resulte fácil depositarla entre unos pocos para liberarnos de ella.
En la historia de todos los pueblos, aun los más cultos, existen épocas duras, oscuras, casi inexplicables. No fuimos ajenos a ese destino, que tantas veces parece alejar a los pueblos de lo digno, de lo justificable. Quienes en este trance doloroso perdieron a los suyos, sean civiles o militares y bajo cualquier circunstancia, necesitarán generaciones para aliviar esta pérdida, para encontrarle sentido a una reconciliación sincera.
Para ellos sólo podemos ofrecer nuestra oración, nuestro respeto y nuestro silencio ante el dolor. También, ofrecer el compromiso y todo nuestro esfuerzo para un futuro que no repita el pasado.
Para ese futuro, es importante que recordemos lo que afirmó el Jefe del Ejército Argentino hace 12 años:
* Comete un delito quien vulnera la Constitución Nacional, cualquiera sea el motivo que lo impulse.
* Comete un delito quien da órdenes inmorales.
* Comete un delito quien cumple órdenes inmorales.
* Comete un delito quien, para cumplir un fin que cree Justo, emplea medios injustos o inmorales.
Comprender estas cosas esenciales, que aprendemos en Ciencias Sociales en el Nivel Primario, nos asegura las condiciones para convivir como argentinos. En esta escuela creemos, y procuramos educarlos en este pensamiento, que el cuidado de la democracia no le corresponde sólo a un sector social en particular, también nos corresponde a las escuelas, las universidades, los partidos políticos, las iglesias, los empresarios, los trabajadores. Nadie puede evadir esta responsabilidad.
Cuando finalice con estas palabras, pediremos por todos los que no están, quienes quiera que sean, y quienes quedaron con heridas abiertas por estas ausencias.
Por el sólo hecho de vivir, sabemos que muchas de esas heridas sólo puede cerrarlas el Señor con su amor infinito. También, habrá perdones que podremos dar si el Señor nos regala esa capacidad. No dejemos de pedirla.
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